La dieta Instagram

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Soñábamos el otro día con dietas de esas imposibles a las que nos apuntaríamos encantados. Pero, como suele ocurrir, a veces la realidad supera la ficción. O, mejor dicho, los siempre surrealistas estudios de mercado superan cualquier tontería que se nos pueda llegar a ocurrir.

La penúltima es lo que algunos ya han bautizado como la «dieta Instagram». ¿Una alimentación a base de hamburguesas épicas y cupcakes de colores? ¿Una extraña terapia que consiste en comer rodeado de gaticos mientras enterramos nuestros pies en la arena de la playa? Nada de eso.

Y es que resulta que un reciente estudio de la Society for Consumer Psychology  ha llegado a la conclusión de que observar durante un tiempo imágenes de comida reduce considerablemente las ganas de hincarle el diente a esa misma comida que estamos viendo o a alimentos con sabores similares. Es decir, que ahora mismo a ninguno de nosotros nos apetecería zumbarnos una hamburguesa como esa de la imagen de ahí arriba. ¿Verdad?

Es cierto que así en frío suena un poco extraño, pero ya se sabe que todo lo que aparezca probado con gráficos y números hay que creerselo. Así, se asegura que la exposición continuada a la imagen de un alimento tiene psicológicamente un efecto saciante similar a haberlo comido. Y para demostrarlo se mostró al grupo del ensayo una imagen de comida salada y otra de dulces para después ofrecerles cacahuetes. Según este experimento, los de la fotografía dulce disfrutaron después más al engullir el alpiste en cuestión.

En realidad no se trata de una idea nueva porque entre las decenas de técnicas para comer menos -muchas dignas del consultorio de la Super Pop- hay una que asegura que pensar en lo que vamos a comer ayuda a calmar el apetito. Algo que, en cierto modo, se parece a ese síndrome de cocinillas que, tras pasarse horas dándole a la cazuela, acaban a veces sin demasiadas ganas de comer. Claro que el hecho de haber estado picando probando insistentemente la comida igual también tiene algo que ver.

Interesante, pero el caso es que por mucho que seguimos mirando esa estupenda hamburguesa y según se va acercando la hora de comer, no sentimos nada parecido al efecto descrito en este estudio. Tal vez sea que somos un poco raros o la excepción que, dicen, necesita toda regla.

Aunque lo cierto es que tras leer ese otro estudio que hace unos meses aseguraba justo lo contrario -fotografiar lo que vamos a comer ayuda a saborearlo más- ya no sabemos muy bien a quién hacer caso…

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