Instagram nos ha acostumbrado a que la comida, además de estar rica, tiene que ser fotogénica. Frutas de colores intensos posadas en un cuidado desorden sobre una mesa de madera, tostadas con rodajas de aguacate para desayunar, cafés en los que la espuma siempre dibuja un corazón, bonitas latas oxidadas de fondo y cubiertos vintage para comer esa pasta con tomatitos de un rojo perfecto…
Pero, ahora que no nos escucha ningún instagramer, podemos decir la verdad: la realidad no es así. Nadie prepara esos desayunos ni convierte su día a día en un pase de platos que ni David Muñoz en sus momentos más creativos. La comida a veces es fea o, mejor dicho, no siempre -casi nunca- se parece a esos bodegones que recopilan likes en las redes sociales.
De la fealdad de la vida real sabe mucho el fotógrafo Martin Parr. Especialista desde hace décadas en narrar la realidad con mucho humor británico, con su cámara ha retratado mejor que nadie fenómenos como el turismo o la curiosa concepción inglesa del estilo.
En 1995 este reputado autor de la prestigiosa agencia Magnum ya recopiló algunas de sus imágenes en British Food. Ahora vuelve a la carga de la mano de la editorial Phaidon con el libro Real Food.
Algo tan sencillo como comida real fotografiada sin demasiados miramientos y algún que otro golpe de flash -marca de la casa de este fotógrafo- se convierte en algo a lo que nuestros ojos parecen no estar ya acostumbrados. Pese a que, posiblemente, vemos cosas así cada día.
La obra recoge 250 fotografías que suponen un original recorrido gastronómico por la prolífica obra de este fotógrafo todavía en activo, y que siempre ha tenido una estrecha relación no sólo con los colores chillones -como puede verse en las imágenes-, sino con algunos comportamientos peculiares del género humano. Por citar un ejemplo conocido, son míticas sus instantáneas de los turistas de Benidorm.
Pero ahora el objetivo se centra en la comida de todo el mundo, con el realismo y cierta simpática y sarcástica fealdad como hilo argumental de esta historia que, sin duda, podríamos definir como el anti-Instagram.
Imágenes que, según explica el propio autor, no hacen sino reflejar esa idea tan extendida de que «somos lo que comemos». Y es que precisamente la relación que se establece entre la comida y la sociedad ha sido siempre uno de los aspectos que ha fascinado a este fotógrafo, como recuerda el chef británico Fergus Henderson encargado del prólogo del libro. Por ahora sólo está editado en inglés y su precio es de unos 20 euros.
¿Cansados de tanto cuquismo en las fotografías de comida que todo el mundo comparte en Instagram y demás redes sociales? Martin Parr llega al rescate para reivindicar un poco de realismo.
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La primera foto parece un desayuno del Sandy´s, en la ruta 66, km 1.789. Sentido Chicago.
Yo le agradezco al autor del libro el dato de la fealdad diaria en el plato, ya me parecía a mí. A ver si hay suerte y vende algún ejemplar.
A mí me gusta el que hace objetos cotidianos para comérselos. . Un inglés en la tele. Tazas gigantes de chocolate, naipes comestibles, puertas, huevos con yema gigantes, en fin , un disparate. No creo que estén muy allá.
La comida real no es esa que sacan en las fotos, la comida real es la comida sin procesar, la comida sin aditivos, la comida más natural que se pueda encontrar, lo más parecido a lo nuestros abuelos cuando eran niños.
La industria de la alimentación gana millones conduciendo a la gente con los beneficios de sus productos manufacturados así no luce las lorzas de grasa que arrastramos.