La cocina viejuna ya tiene su propio Premio Nacional

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Gelatina por doquier, salsa rosa a toneladas, verduras cortadas con formas de flores y platos desbordantemente horteras. Estos son algunos de los rasgos que permiten distinguir un plato auténticamente viejuno. «El viejunismo culinario engloba todos los atentados gastronómicos perpetrados en nombre de la modernidad entre los años 60 y parte de los 90», nos explica Ana Vega. Esta bilbaína mundialmente conocida -que por algo es de la capital del universo conocido- como Biscayenne ha sido la impulsora del I Premio Nacional de Cocina Viejuna.

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Una convocatoria a medio camino entre el cachondeo y la reivindicación del cóctel de gambas como súmmum de una cocina que en su momento fue la vanguardia, pero que hoy anda de capa caída hasta en los buffets de los hoteles de Benidorm. Pero sigue teniendo tirón entre los amantes de la cocina en su versión más kitsch. De ahí que muchos de ellos se hayan animado a participar con sus creaciones en esta primera edición del concurso.

Sara Luengo Jiménez, autora del blog El nido de mamá gallina, ha sido la ganadora, con uno de los clásicos más auténticos de esta cocina viejuna: un pastel de pescado con forma de peso mismo y -según explica la organizadora- «adornado con profusión de guarniciones incomibles».

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La magna obra de Sara Luengo Jiménez. Viejunismo en estado puro.

Además de este premio gordo -que ha conseguido una estupenda cámara Polaroid gentileza de Reflecta, un ejemplar dedicado del libro «Las 202 mejores recetas de El Comidista«, y una cafetera de los años 70 entre otros regalos- también ha habido una mención especial para otro de los finalistas, y es que Adriana Consuegra Navarro fue un paso más allá y montó un auténtico menú viejuno en el que no faltaron toneladas de canapés e incluso algún refrigerio.

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Adriana Consuegra Navarro y familia perpetraron un menú completo, con su bebercio, sus canapes y su salsera.

Pero ¿de dónde surge esta alocada idea? «Tras leer un libro de recetas navideñas de los años 70 -nos cuenta Biscayenne- decidí compartir algunas de sus escalofriantes fotos y para mi sorpresa mucha gente las comentó, recordando menús familiares y traumas relacionados con el espumillón y el huevo hilado».

Así que sólo quedaba reunir a un jurado poco cuerdo -del que orgullosamente hemos formado parte, claro- y convencer a algunos patrocinadores para que este Premio Nacional se hiciera realidad. «La segunda edición será más grande y mejor», promete esta habitual de las blogosfera gastronómica que ha presentado un programa de cocina en Euskal Telebista y ahora ejerce de documentalista en Robin Food.

Lo de la gala en directo desde Torremolinos y el restaurante temático todavía se está negociando. «Algún avispado emprendedor debería montar un restorán para hipsters amantes de los 80, con brazos de patata, Tang y pijama de postre», propone la nueva musa del viejunismo gastronómico. Visto el nivel de los finalistas de este año, está claro que hay cantera para próximas ediciones

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