Comer por 39 euros en la terraza de un hotel de lujo de Barcelona. Suena imposible, pero es cierto

Barcelona es una ciudad bastante cara. Tal vez no para los turistas con salarios europeos o que comparan precios con otras grandes ciudades del continente, pero sí para los locales. Así que, con esta perspectiva, pensar en comer o cenar en la terraza de un hotel de lujo en pleno centro de la ciudad es una idea que muchos ni se plantean o que les provoca una risa nerviosa mientras la cartera se echa a temblar.

Precisamente por eso, la propuesta del Hotel Alma hizo saltar nuestro detector de propuestas interesantes a precios asumibles. Y es que estamos hablando de un pequeño y discreto hotel -muchos seguro que igual ni lo conocen o sitúan- de 5 estrellas GL y, literalmente, a dos pasos de Paseo de Gracia.

Pero no se trata sólo de localización o estrellas, su terraza de verano es -echando mano de los tópicos- un auténtico oasis en el centro de la ciudad. Es allí donde, además de poder tomar o picar algo -con unos precios también bastante ajustados para la zona- se sirve, tanto para la comida como en la cena, el menú de 39 euros que llamó nuestra atención.

Se trata de un pequeño menú ideado por la chef Núria Gironès (Ca l’Isidre) y que, como ella misma nos explica, apuesta por la sencillez, el producto de calidad y las elaboraciones sin artificios. Así que no estamos ante un festival de alta cocina para descubrir nuevos sabores o platos exóticos, sino que la idea es más clásica, muy bien ejecutada, y en un entorno tan agradable que hace subir la nota general automáticamente.

El citado menú consta de un pequeño aperitivo, tres entrantes a elegir, dos principales (carne y pescado), un postre y café acompañado de petit fours, esos pequeños pastelitos o chocolates que normalmente se sirven junto al café y ponen el punto final a la comida. La bebida no está incluida, pero la carta de vinos cuenta con referencias a partir de los 15 euros y un precio medio de unos 25 euros.

Para hacerse una idea, el día que nos acercamos a probarlo, los entrantes propuestos pasaban por una ensalada de tomate raf con ventresca y alcaparras -sencilla pero resultona, gracias a tres buenos ingredientes- un carpaccio de atún con vinagreta de manzana -otro clásico bien resuelto- y, para los que busquen algo más potente, un mar y montaña a base de garbanzos, butifarra negra y calamarcitos.

La filosofía se mantiene en los principales, con un rape a la plancha con tomates dulces y aceitunas de Kalamata -sencillo pero riquísimo- o un solomillo de buey con patatas rellenas de queso Idiazabal. Para terminar, sólo un postre en el menú: aquel día, frutos del bosque e infusión de fresón sobre yogur.

No está nada mal por ese precio y en ese lugar. De hecho, está muy bien y merece desde ya mismo un lugar destacado en nuestra lista de lugares con una relación calidad, precio y localización muy atractiva.

Si la asignatura pendiente de muchos hoteles es abrir sus terrazas y restaurantes a los habitantes de la ciudad y no sólo a sus huéspedes, parece que en Alma han dado con una buena fórmula para convencernos de que merece la pena perdernos un buen rato en su terraza cualquier día.