Una visita a un mercado en China o en el Sudeste asiático suele ser toda una experiencia. Pero tampoco exageremos: la mayoría de ellos no distan demasiado -dejando a un lado instalaciones o higiene en algunos casos- de los mercados de cualquier país mediterráneo, empezando por España.
Vaya, que un puesto con una cabeza de cerdo, un cordero abierto en canal o dedicado a la casquería puede ser un shock para un viajero anglosajón más acostumbrado a las bandejas del supermercado que a este tipo de mercados, pero no para nosotros.
La cosa se complica si hablamos de un mercado de animales vivos -no todos los wet markets lo son- donde, como el propio nombre permite adivinar, el sacrificio se produce muchas veces en el mismo puesto, delante del cliente que elige la pieza viva.
Cuestión de tradición, o una forma de asegurar la frescura -mantener el pescado vivo en la tienda es lo habitual en China, por ejemplo-, pero algo a lo que ya no estamos tan acostumbrados. No se trata solo de la venta de animales, sino de su sacrificio, con las dudas higiénicas que eso conlleva.
El debate sobre estilos de mercados hace ya mucho que está en la agenda de asociaciones animalistas por las condiciones en las que viven y mueren estos animales. Pero la pandemia de la Covid-19 ha hecho que se refuerce otro de los argumentos de quienes piden su prohibición: la falta de sanidad y el peligro de transmisión de virus de animales a humanos.
En realidad, tampoco es nuevo. El mercado de pescado de Wuhan es señalado por muchos como epicentro del virus, pero anteriormente también el SARS (síndrome respiratorio agudo grave) tuvo su origen en uno de estos mercado.
«Los animales exóticos y los criados tradicionalmente se mezclan en minúsculas jaulas y recintos infectos, creando el perfecto caldo de cultivo para el desarrollo de enfermedades zoonóticas», denuncian desde Igualdad Animal.
La organización ha iniciado una campaña internacional en ocho países en la que pide a la ONU la prohibición de los mercados con animales vivos en China y en todo el mundo, asegurando que son un peligro para la salud pública y una crueldad para los animales.
Casi medio millón de personas han firmado ya esta petición que, por ahora, se ha topado con las dudas de la OMS sobre le necesidad de cerrar este tipo de mercados.
En una reciente nota, la organización cuestionaba que el origen de la Covid-19 fuera realmente el mercado -pudo haber sido el punto de contagio, pero no de origen, matizan- y, más importante, recuerdan la importancia de los mercados para la alimentación de muchas poblaciones. Mejorar las condiciones de animales y de salubridad, pero no cerrarlos es por ahora el consejo de la OMS.
Algo que, sin perder de vista el tema de la crueldad animal y como esta pandemia debería hacernos replantearnos los modelos de ganadería industrial, obliga a tratar con sumo cuidado este tipo de temas en los que el camino fácil sería juzgar un mercado con nuestra mirada occidental.
Es decir, la mayoría de los denominados wet markets se parecen más al mercado de cualquier localidad española que al de las imágenes de esta campaña.
Vaya, que un estadounidense posiblemente saldría horrorizado de un mercado español, italiano o griego, mientras que para nosotros la carne fresca o los pescados que se evisceran al momento son algo tradicional y totalmente higiénico. Por no hablar de la matanza del cerdo, que en muchos lugares no dudarían en considerar un horror que habría que prohibir.
Así que ojo con estos juicios generales que tienen mucho de cultural, no vaya a ser que acabemos olvidando que la carne no viene de las bandejas de plástico del supermercado.
Ojo, puede que en un futuro no muy lejano todos conduzcamos vehículos eléctricos y comamos solo carne vegetal, sería lo deseable
Si unes altas tasas de humedad ambiental más calor sobre 30 o mas grados celcius,
más la falta de un buen manguerazo de agua,
más la falta de veterinarios experimentados que maten con higiene a animales,
más la falta de legia, más los animales que tienen virus propios que traspasan al ser humano y entre ellos,
el hecho que hay animales que tienen por sí mismos enfermedades infectocontagiosas como la peste bubónica,
más los aviones que permiten que vayamos de una punta del mundo al otro en menos de 24 horas….
Tenemos el coktel perfecto de una zoonosis o varias zoonosis.