Diez años ha tardado Moritz en habilitar su sede histórica como gran espacio gastronómico en el centro de Barcelona. De la mano de Jean Nouvel este enorme edificio ha sido reconvertido en multitud de espacios, algunos polivalentes pero todos centrados en la cerveza y en la comida en general.
De momento el mayor espacio operativo lo ocupa la cervecería dónde podemos disfrutar de la cocina supervisada por Jordi Vilà – responsable del estrella Michelin Alkímia -. El mismo que en poco tiempo abrirá un restaurante en el sótano del edificio.
La cervecería es un espacio amplio, diáfano, con una cocina con paredes de cristal que ocupa una posición central. Las mesas adecuadas para grupos de amigos con ganas de juerga. Ayuda que los camareros – por cierto maltratados por unos uniformes de diseño arriesgado – se paseen entre los comensales con jarras de cerveza fabricada en los sótanos del local dispuestos a rellenar vasos cual diner americano.
Pero cómo no sólo de cerveza vive el hombre, la cocina ofrece una extensísima carta de tapas y platillos organizada en apartados. Una carta que tiene en su punto fuerte que puede contentar todo el mundo por la absoluta variedad que ofrece. Aunque también pueda marear un poco y dificulte la elección de platos.
Lo más original que ofrecen son las tapas alsacianas, o sea cocina con sabor alemán. Incluso se atreven con una cierta cocina fusión como sus particulares bravas al estilo alemán – plato estrella de la jornada de presentación del espacio -. Por supuesto no podía faltar un surtido de salchichas centroeuropeas bien acompañadas de chucrut. Aunque dicho sea de paso, es un poco desproporcionada la cantidad de chucrut respecto a la de carne.
Tocan también la cocina mediterránea con el pescado frito y el marisco. Por ejemplo, combinan bien con la cerveza estos mejillones a la marinera.
En toda la carta alternan las dos tradiciones culinarias – catalana y alsaciana -. Por ejemplo en las ensaladas conviven una esqueixada con una kartoffelsalat original, en el apartado de horno la coca de recapte con la flammkuchen -pizza alsaciana- y en el de gratinados la tartiflette con los canelones de rostit. Es el ying y el yang.
En los postres no podíamos dejar de probar la autentica tarta Selva Negra, sorprendemente ligera aunque nos sobraron frutos del bosque y nos faltaron cerezas para ser una autentica Kirschtorte. Por supuesto, para los amantes de la cocina catalana hay crema catalana o buñuelos del Empordà.
En definitiva un espacio a medio gas, con una carta aún en construcción que quizás necesite algunos ajustes en su coherencia. Una propuesta que va a lo grande, tanto en su descomunal oferta como en el abanico de servicios que quieren abarcar, desde desayunos a primera hora hasta cenas tardías. Todo esto a la espera de las aperturas del resto de oferta, como el restaurante, el bar de vinos o la delegación del forn Triticum. Promete ser el gran centro comercial de la gastronomía en Barcelona, veremos si se cumple.
Y que tal de precio???
Pues de momento los precios no son nada desorbitados. Una comida de tapas sale por unos 15€ por persona.
la dirección porfavor?