Escapada por el Somontano: un plan de vinos, gastronomía y naturaleza

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Viaje, vino, gastronomía… Una combinación a la que es difícil resistirse y que en pocos lugares se conjuga tan bien como en la zona de Somontano, en la provincia de Huesca. Aunque a principios de agosto el Festival del Vino de Somontano, que se celebra en Barbastro, es la excusa perfecta para escaparse unos días por allí -nosotros lo hicimos el año pasado y pensamos repetir- cualquier fin de semana sirve para pasar un par de días perdidos entre bodegas, pueblos de postal, rutas para amantes de la naturaleza y una cocina a la altura de sus conocidos vinos.

Desde Barcelona, Zaragoza o Huesca existe la posibilidad de apuntarse a uno de los viajes que organiza Ruta del Vino Somontano para hacer una excursión de día en autobús, visitando algunas bodegas. Son menos de 3 horas desde la ciudad condal para hacerse una idea.

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Pero como la idea era pasar por allí un par de días, para rematar el plan, nosotros organizamos una ruta a bordo del nuevo Nissan Pulsar que la firma nos cedió para la ocasión. Así que con unas cuantas cámaras en el maletero -sí, somos de esos que van cargados de trastos- emprendimos viaje desde Bilbao, donde estábamos esos días. Una ruta por la N-240 que merece la pena disfrutar con calma para fotografiar los paisajes alrededor del pantano de Yesa o los espectaculares Mallos de Riglos.

Las opciones son muy amplias, pero nosotros optamos por quedarnos en Alquézar, uno de esos pueblos de postal que, aunque de día está repleto de visitantes, por la noche resulta una auténtica maravilla para pasear por sus calles de piedra casi desiertas. Usar Barbastro como base de operaciones para moverse por la zona es también una excelente idea: menos pintoresco pero mejor situado para visitar la mayoría de bodegas, y con una oferta hotelera con precios muy correctos.

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Así que, tras un bonito viaje desde Bilbao a Barbastro -merece la pena tomárselo con calma y disfrutar de los paisajes alrededor del pantano de Yesa- llegamos a Alquézar. Pongamos que es viernes y que llegamos a última hora de la tarde. Perfecto para sacar alguna foto del pueblo, de origen árabe y con forma de media luna, con las últimas luces del día, mientras los visitantes diarios se van marchando, después de dejar las cosas en el hotel Castillo Alquézar.

Situado en el centro del pueblo y totalmente integrado en la arquitectura local, es bonito, acogedor, de precio moderado -Alquézar no es barato, ojo- y ofrece un desayuno con productos locales (yogur, mermelada, aceite, queso, embutidos…) de esos que le reconcilian a uno con la humanidad y hace renegar de quien inventara lo de llamar brunch a un señor desayuno.

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Un buen plan para esta primera noche es reservar en Casa Pardina, el restaurante más recomendable del pueblo, y una forma perfecta de empezar esta ruta conociendo lo mejor de la gastronomía de la zona de Somontano y la Sierra de Guara. Se ofrecen varios menús degustación y, por ejemplo, por 28 euros el Cosas de aquí permite probar, entre otras cosas, mondongo, caracoles con ajoaceite, una degustación de aceites locales (verdeña, alquezrana y negral), unas migas con uvas…

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Una tabla de quesos de la zona y un excelente sorbete de Elarte -de Bierge, también muy cerca- rematan la velada con una botella de Obergo. La carta de vinos no se anda con rodeos: todo referencias de Somontano. ¿Pero qué quieres beber estando aquí?, bromea María, una de las dos hermanas que lleva las riendas de este bonito restaurante con unas vistas espectaculares y una terraza que para verano pinta muy bien.

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Cocina tradicional, recetas recuperadas, apuesta por la zona… Puede sonar un poco fuerte para la cena, pero es la excusa perfecta para un paseo por la noche. Según nos cuentan, empezaron con un bar pero hace seis años decidieron reconvertir lo que era la casa familiar en un restaurante que ha conseguido convertirse en parada obligada en este pueblo oscense.

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Ya es sábado así que, tras el prometido desayuno, no hay que entretenerse porque hay muchas bodegas que visitar. Dedicar todo el día, e incluso parte del domingo, a recorrer algunas y catar sus vinos es un excelente plan pero, eso sí, requiere un poco de organización previa para reservar las visitas.

Elegir no es fácil porque, tras visitar muchas de las más representativas, todas tienen su encanto. Viñas del Vero no es sólo una de las más conocidas, sino que su bodega Blecua es de las más bonitas. Casi enfrente, bodega Pirineos y Lalanne -que visitamos esta vez- una pequeña bodega familiar que reivindica el vino en su idea de elaboración tradicional y manual.

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En el otro extremo, Sommos, nuevo nombre de Irius, posiblemente la bodega más espectacular de la zona y una de las más modernas. Dentro no se puede hacer fotos, pero su arquitectura exterior -sí, es una especie de Guggenheim entre viñedos, aunque Frack Ghery no tiene nada que ver- da para unas cuantas postales. Espectacular también la sala de catas donde, igual que en la mayoría de visitas, se incluye la prueba de algunos de sus vinos como parte de la visita.

Aunque las bodegas están relativamente cerca unas de otras, hay que tener en cuenta que las visitas se alargan fácilmente una hora, con lo que es posible que intentar visitar más de dos bodegas por la mañana y otras tantas por la tarde sea complicado. Puestos a elegir, otra de nuestras favoritas es, sin duda, Enate, con una colección de arte espectacular, que se refleja también en sus botellas.

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Una buena idea es aprovechar el parón del mediodía para picar algo por Barbastro. No faltan bares, restaurantes y planes, como por ejemplo pasarse por la catedral -sí, tiene catedral- y luego sentarse en alguna de las terrazas del Paseo del Coso y probar las famosas rabas (calamares) de Victoria. Cerca también está la pastelería Albás, donde elaboran los pasteles Biarritz de los que ya hablamos por aquí hace tiempo. Aunque puestos a llevarnos algún recuerdo, además de vino y pasteles, no hay que olvidar que estamos en la capital del tomate rosa.

En la lista de visitas, si hay tiempo, tampoco estaría mal incluir alguna más allá de las bodegas, como Quesos de Radiquero -sábados sólo por la mañana, ojo- o aceites Ferrer. Y echar un vistazo, claro, a la agenda de actividades que organiza la activa Denominación de Origen de Somontano, por si coincide que hay algún tipo de cata especial o maridaje. Está claro que sólo con los planes alrededor del vino y la comida hay como para un par de visitas.

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Si optamos por cenar en Barbastro ya que estamos por allí, también hay muchas opciones. Entre las que nos recomiendan los locales, el Trasiego, La Bodega del Vero -lugar espectacular, pero su cocina despierta amores y odios- o San Ramón del Somontano, en el hotel con el mismo nombre. También nos han hablado muy bien de Sobrelías, una tienda de vinos y restaurante situado junto a la oficina de turismo de Barbastro y que presume de tener más de 200 referencias de vino de las 32 bodegas que conforman esta denominación de origen. Apuntado para nuestra próxima visita.

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Suponiendo que tengamos margen hasta el domingo al mediodía, la mañana -tras repetir desayuno en el hotel Castillo- la podemos dedicar a alguna de las rutas que salen de Alquézar. Los más aventureros pueden apuntarse a hacer barranquismo -la oferta es muy amplia- pero un paseo por la ruta de las pasarelas del Vero (mejor temprano para que no haya mucha gente) puede ser un buen colofón para estos dos días de gastronomía, vinos y naturaleza.

Nos dejamos muchas cosas pendientes, claro. Pero siempre hay que tener alguna excusa para volver.

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