Antes de que Bertín Osborne invitara a famosos a su cocina entre chistes machistas, de que Chicote despellejara restaurantes, de que todo el mundo quisiera ser cocinero –o famoso- en MasterChef y que incluso Arguiñano se convirtiera en una auténtica estrella, en este país ya se cocinaba en la televisión.
Corrían los años 80 y Elena Santonja –cuya muerte acaba de conocerse hoy, a los 84 años de edad– se coló en la parrilla de Televisión Española con un programa y una sintonía que ya forma parte de la historia del país.
“Niña no quiero platos finos, vengo del trabajo y no me apetece pato chino…” cantaba Sabina. La letra de aquella ya mítica canción era de Vainica Doble y, atención, resulta que una de sus componentes (Carmen Santonja) era hermana de la presentadora de este espacio, pionero en eso de estar cada mediodía cocinando en los hogares de media España.
La muerte de Santonja ha servido para rescatar de la memoria y el archivo de TVE algunos de los momentos estelares de un programa que, como tantas cosas de aquella década, se mueve en un curioso espacio entre lo viejuno y cierta modernidad que en algún momento desapareció de las pantallas.
La lista de famosos que desfilaron por la cocina de Santonja sorprende al revisarla 30 años después. Curiosamente algunos siguen pululando todavía por pantallas, platós y escenarios –sí, un jovencísimo Miguel Bosé ya andaba por allí- pero sobre todo resulta útil para comprobar como ha cambiado en tres décadas el concepto de famoso.
Sería imposible elegir un sólo programa de esos ocho años que duró en pantalla, con sus casi 300 invitados. Por allí pasaron desde Sara Montiel o Massiel hasta Vázquez Montalbán, Torrebruno o Fernando Fernán Gómez. Sus “lentejas con casi nada” y ese sabor de posguerra llevado con humor son uno de los muchos grandes momentos que destacamos por aquí hace ya años, cuando le dedicamos nuestro particular homenaje al programa.
Santonja no era cocinera –ojo, apareció también en películas como El Verdugo de Berlanga, recordaba hoy la Academía de Cine en la nota oficial sobre su defunción- y es que, en la mayoría de los casos, la receta era casi lo de menos.
Lo interesante, lo que enganchaba, era la historia alrededor de ella, el desparpajo de la presentadora entre fogones, la presencia de una cara conocida con el delantal puesto. Ocho años de grandes momentos, como cuando por allí pasó la insigne Simone Ortega. Sí, la de las 1080 recetas. Metagastronomía televisiva en estado puro.
Cuentan las malas lenguas que el programa se acabó casi de un día para otro porque la Santonja se negó a que por su cocina desfilara publicidad. ¿Una temprana oposición a ese product placement que luego nos invadió? Es una teoría. La otra dice que la presentadora simplemente quería su parte.
En cualquier caso, “Con las manos en la masa” se despidió de forma bastante atropellada y el entonces desconocido Karlos Arguiñano tuvo que tomar el relevo. El formato y la idea era diferente, pero puestos a hablar de auténticos animales televisivos, cuesta pensar en un mejor sucesor, la verdad.
¿Cualquier cocina pasada fue mejor? Posiblemente no. Pero cuesta pensar que, comparando con lo que tenemos ahora, cualquier televisión no lo fue.