Cuando hace unos años tuvimos la oportunidad de probar la primera añada de Pinea descubrimos que eso que repetíamos sobre lo difícil que es distinguir un vino bueno de uno muy bueno era mentira. Este pertenecía a los segundos y al primer sorbo quedaba meridianamente claro.
Aquel era uno de los mejores tintos que recordábamos haber probado en mucho tiempo. La nueva añada (2017) confirma aquella impresión de estar ante uno de esos grandes vinos con aspiraciones de convertirse en un nuevo referente.
Y no nada fácil en una zona como Ribera del Duero donde ya hay nombres propios que son parte de la historia del vino a nivel mundial. Pero eso es exactamente lo que los creadores de esta bodega se propusieron en su momento: elaborar uno de los mejores vinos del mundo.
Aunque por el discurso podríamos pensar que Vicente Pliego y Hugo T. del Pozo -los fundadlos de Pinea Wine- son del mismísimo centro de Bilbao, en realidad son dos mexicanos enamorados de la zona y sus viñedos.
En 2017 pusieron en marcha este pequeño pero ambicioso proyecto basado en seleccionar de forma manual las mejores uvas tempranillo de cepas viejas y de altura, y conseguir llevarlas a su máxima expresión de la mano del enólogo Isaac Fernández.
Pinea es su referencia más exclusiva e internacional, con una producción de 16.000 botellas para todo el mundo en esta añada 2017. Un dato curioso: se presenta en formatos de hasta 15 litros (Nabucodonosor, por si sale la pregunta en el Trivial) y tanto en esta versión gigante como en la de 3 litros ya está agotada.
De la magnum y la estándar quedan, pero en realidad es un vino con una producción relativamente corta para sus aspiraciones internacionales y que suele venderse rápido. Pese a su alto precio (150 euros) o precisamente por eso.
Y es que resulta tentador no sólo para quienes quieran darse un pequeño lujo y probar un gran vino, sino que también existe un mercado de colección, atento siempre a esos vinos que en unos años pueden ser auténticas joyas.
Pero más allá de cuestiones económicas y especulativas, es evidente el potencial de guarda de este vino. Elegante y complejo, siempre nos da la sensación de que las palabras técnicas de turno interesan lo justo fuera del sector. Y que hay un concepto que todos entendemos perfectamente y que en este caso describe perfectamente la situación: estamos ante un auténtico vinazo.
Hay madera (24 meses en barricas nuevas de roble francés) pero en ningún caso tapa el protagonismo de ese tempranillo, expresión directa de las privilegiadas parcelas con la que se trabaja. Es, en cierto modo, un vino sencillo, que apela a esa conocida relación entre el lujo y el minimalismo.
Si se nos va de presupuesto y queremos evitar el dilema existencial de abrir ya la botella para probarla o guardarla unos años -bendito Coravin para ocasiones como esta- la misma bodega elabora una segunda referencia: 17 by Pinea que tampoco es económica (60 euros) pero que está realmente muy bien.
Recientemente han incorporado a su oferta un rosado (Korde) que también apunta muy alto. Sigue siendo un mercado de segunda para muchos en España, pero por suerte es algo que está cambiando en los últimos años, demostrando que hay un público dispuesto no sólo a beber buenos rosados, sino también a pagar por ellos.