“Hay alimentos que saben a metal, hay otros que no saben, y al final no te apetece comer”. Es uno de los comentarios más habituales entre pacientes en tratamiento de quimioterapia. Es verdad que puede parecer un efecto secundario menor frente a otros más duros pero es algo que afecta a la calidad de vida de muchos pacientes.
Según varios estudios, aproximadamente el 50% de los pacientes de oncología sufren este trastorno en la percepción del sabor de los alimentos. Desaparecen a las pocas semanas de dejar el tratamiento, pero hay enfermos que tienen que estar durante mucho tiempo con quimioterapia y vivir así.
¿Alguien se imagina pasar 5 o 10 años sin poder saborear su plato favorito o que, de repente, una comida que le gustaba le produzca nauseas por su olor?
El sabor perdido es el primer proyecto que aborda este problema desde una perspectiva médica pero también gastronómica, puesto que cuenta con la participación del cocinero Ramón Freixa. Una iniciativa de Fundación MD Anderson Cancer Center España presentada recientemente en Madrid y que ya ha puesto sobre la mesa sus primeros resultados.
Con la quimioterapia se ataca a las células de crecimiento más rápido que suelen ser las cancerígenas, pero también las receptoras del gusto, señalan los doctores para explicar la razón de este efecto secundario del tratamiento.
“Yo no comía nada, me daba asco todo, tenía una sensación persistente de mal olor y llevaba meses sin comer mi comida favorita: los huevos fritos”, explicaba Ana Isabel, paciente de 64 años en tratamiento con quimioterapia y una de las que ha participado en este proyecto.
A partir de estos datos, Freixa intentó cocinar un huevo frito que no oliera como tal. Y lo consiguió. “Por un lado, montamos la clara a la plancha y, por otro, infiltramos la yema con un sofrito, de forma que mantuvimos la esencia del sabor limitando al mismo tiempo el olor que hacía de barrera», explicó el cocinero.
Es uno de los platos que ya pueden consultarse en el recetario publicado en la página web de este interesante proyecto y que promete ir creciendo en los próximos meses. También para abordar los efectos similares que producen otros tratamientos como la radioterapia o incluso la inmunoterapia, han adelantado los responsables de este proyecto.
Sin duda, una buena noticia. Si la alimentación es una pieza clave en el proceso de recuperación y también en el estado de ánimo de quienes tienen que pasar por tratamientos tan duros, poder disfrutar del sabor de la comida es, posiblemente, un detalle mucho más importante de lo que a priori podríamos pensar.