El problema no es la carne de caballo, el problema es MasterChef

Ni una edición de MasterChef sin su polémica vegana -por llamarlo de algún modo- haciendo sentir incómodo a alguno de los concursantes por tener que cocinar tal o cual animal. A estas alturas, creer que es algo casual y no parte de un guión perfectamente engrasado sería demasiado ingenuo, así que un aplauso fuerte por lo de Ofelia y la carne de potro.

Escándalo, polémica, titulares más o menos encendidos, medios de otros países escandalizados por lo de cocinar caballo, otros diciendo que MasterChef obliga a una de sus participantes a comerse su animal favorito… Precioso todo.

A estas alturas, veas o no el programa -confieso que soy de los segundos, salvo cuando toca documentarse para algo- es imposible no haberse enterado de lo ocurrido. En una de las pruebas tocaba cocinar carne de diferentes animales. Los participantes elegían el ingrediente de sus contrincantes, y uno de ellos hizo que a Ofelia le tocara la de potro.

¿Y cuál es el problema? ¿Acaso la carne de caballo no es relativamente tradicional -cada vez menos, cierto- en la cocina española? ¿No son las hamburguesas de potro algo fácil de encontrar en el supermercado? ¿Por qué leyendo algunos titulares parece que una de las concursantes ha tenido que cocinar a su mascota?

En realidad, el problema no es ese. Más allá del posible debate sobre el consumo de carne animal o qué tipos nos escandalizan más o menos -los británicos, por ejemplo, se asustan mucho al saber que en España el conejo es muy habitual-, aquí el problema es que la concursante en cuestión había hecho terapia con caballos. Y, claro, cocinar con su carne no le apetecía.

Lejos de hacerse cargo de la situación, una vez más, el programa no dudó en dar palmas a ese estilo tan cercano al bulling que tanto triunfa en pantalla. ¿No te gusta algo? Pues toma dos tazas y quiero un primer plano de sus lágrimas y cara desencajada.

«Potrilla, ante la adversidad te creces», le decía a la afligida Ofelia -que al final pasó por el aro y cocinó la carne- Jordi Cruz al probar su plato. Tampoco somos expertos en psicología, pero como terapia emocional chirría bastante. El guión y el chiste. Si recordamos que todo esto se paga con dinero público, pues todavía tiene menos gracia.

Suponemos que entre los planes no estaba normalizar el consumo de caballo, porque la verdad es que ver a alguien siendo obligado a cocinar un animal al que le tiene mucho cariño es casi tan atractivo como las historias sobre los gatos que, con el hambre de la posguerra, acababan en la cazuela. Pero no daremos ideas, no vaya a ser que los guionistas vean ahí también un filón.

Por cierto, la productora del programa presumía recientemente de la estupenda audiencia del programa en cuestión, con más de 4 millones de espectadores. Por si alguien tenía alguna duda de que la fórmula funciona o pensaba que hay la mínima intención de cambiarla. Más bien todo lo contrario.

Por eso todos los cocineros del país están encantados de pasar por allí. Por eso escasean las voces críticas con el formato de MasterChef, más allá de ese mensaje repetido de que está bien que se hable y se vea cocina en la tele. Al menos públicamente, que en privado ya es otro tema.

3 COMENTARIOS

  1. No todos los cocineros. Uno de los mas televisivos y veteranos, Karlos Arguiñano nunca ha salido. Es sorporendente cuando menos.

  2. Masterchef es auténtica telebasura, de la peor calaña. Solo viendo los anuncios que lo presentan y las polémicas que salen en la prensa te das cuenta de qué tipo de subproducto la gente ve. Y lo peor es que encanta, a gente de todos los tipos. Esos pseudo programas lo único que consiguen es que normalices la mediocridad.

  3. Muy mal por el programa y peor por el chiste cito de Jordi Cruz. Demuestra una falta de empatìa total, la gracia le gustará a él o al guionista qque le ha escrito el chiste. Una cosa es criticar cómo cocinan y otra reírse de las personas.

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