El menú de una larga noche electoral

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Si de algo saben en Estados Unidos es de espectáculo. Lo mismo que una final deportiva se convierte en un gran acontecimiento mediático, la noche electoral no es menos. Al otro lado del Atlántico, y también en España, donde la embajada y consulado del país organiza sendos eventos oficiales en Madrid y Barcelona para seguir los resultados.

¿Y qué se come en estas citas en las que el recuento de votos y la pelea entre Trump y Hillary se retransmite en directo? ¿Perritos calientes y litros de cerveza como en la SuperBowl, o tampoco es cuestión de caer en los tópicos gastronómicos estadounidenses?

Para salir de dudas, anoche -en realidad hace unas horas- estuvimos en el Hotel Majestic de Barcelona donde el consulado de Estados Unidos organiza esta peculiar convocatoria en la que se dan cita la prensa y una interminable lista de invitados.

En realidad escribimos sin saber todavía si América será grande de nuevo, como proclama Donald Trump o si es mejor ir juntos, como defienden los demócratas de Hillary Clinton. En Europa, la ganadora virtual está clara y, de hecho, en la votación improvisada organizada en esta fiesta, Trump ha quedado en tercer puesto, por detrás del candidato del Partido Verde. Del que, no nos engañemos, hasta verlo apuntado en las papeletas nadie recordaba su nombre.

Marcos Mandojana, Cónsul general de Estados Unidos en Barcelona, opta por una prudente equidistancia al ir desgranando los primeros datos que llegan desde allí. Chapas con los logotipos de los dos partidos y un photocall en el que se puede elegir posar con el más malo o la menos mala amenizan el evento. 

Todo es muy divertido aunque de reojo miras a ese Trump de cartón y recuerdas que igual se convierte en uno de los hombres más poderosos del mundo. Un amante de la comida basura y de la carne muy hecha con un botón nuclear a su alcance no suena como un gran plan.

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Pero más allá de la atención a las pantallas gigantes donde van cayendo los resultados de los primeros estados, en realidad la gente se concentra en la cola para las palomitas y frente al stand del whisky Jack Daniels. Esto es un espectáculo, decíamos, y como tal necesita patrocinadores. 

PepsiCo, el citado whisky de Tennessee, Hard Rock Café… Si se trata de reivindicar el patriotismo, además de las banderas, algo habrá que picar.  A eso de la una de la mañana, y tras las patatas fritas, unas extrañas bolas de chocolate cuyo sabor recuerda al regaliz, y todo tipo de chucherías, comienzan a llegar las hamburguesas.

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¿Y los hot dogs?, preguntamos chistosos al hincar el diente a una de estas pequeñas hamburguesas que, la verdad, no están nada mal. Carne poco hecha. Punto para Clinton. Con una cerveza Budweiser en la mano y la bandera estadounidense detrás parecemos una estampa del sueño americano.

Los hot dogs vienen luego, nos aseguran. Pero nos vamos antes de que lleguen y de que haya resultados para Arkansas, donde seguramente Trump estará arrasando. Y sin probar la tarta de chocolate de Hard Rock Café, por cierto. Se hace tarde y queda otra etapa.

Y es que, si en el Majestic está el evento oficial del consulado, cerca de allí, en la sala Luz de Gas, los demócratas organizan su propia fiesta. ¿Y los republicanos?, preguntamos con el colmillo afilado sólo de imaginar cómo podría ser aquello. Nos quedamos con las ganas, porque por lo visto no hay muchos en Barcelona o prefieren pasar más desapercibidos.

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Es tarde pero todavía hay ambiente en la cita demócrata, aunque no barra libre. A cambio, y como si de una película americana se tratara, por allí circulan boles y bandejas con comida que posiblemente los voluntarios hayan traído de sus casas. Del guacamole -comida mexicana contra Trump, buena idea- no queda nada, pero se intuye que en alguna de las bandejas vacías ha llegado a haber algo parecido a un vegetal o una ensalada.

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Tampoco es que si Clinton llega a presidenta vaya a meter mano mañana mismo a la industria alimentaria y a la de bebidas azucaradas para poner freno a los problemas de salud que afronta el país, pero cabe suponer que su política respecto al tema será un poco menos pésima que las propuestas que se le intuyen al republicano.
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La batalla en Florida -uno de esos estados clave para el resultado final- está muy ajustada, y los aplausos se combinan con abucheos cada vez que los republicanos se adelantan unas décimas. Habrá recuento, adelantan algunos bajo la atenta mirada de los carteles de Madam President. Se adivinan gestos de preocupación en el ambiente.

Incluso la bandeja de brownies de chocolate que sirve de postre final para la noche -auténtico estadounidense, denso, compacto, con dos toneladas de chocolate por centímetro cuadrado- ya tiene la bandera a media asta.

Tal vez sea una señal. Por si acaso, nos comemos otro trozo de brownie antes de irnos.

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