¿Puede la música que esté sonando mientras comemos influir en el sabor de los alimentos? La relación entre gastronomía y música no es ni mucho menos un tema nuevo, y de hecho suele ser un asunto bastante recurrente. Desde vinos que envejecen mientras suena música de fondo, porque algunos enólogos defienden que les sienta muy bien (algo así vimos en las bodegas Sommos de Somontano, por ejemplo) hasta restaurantes como Mugaritz que juegan con las sinergias creativas y tienen hasta su propia banda sonora.
Pero ahora no se trata de hilar tan fino sino de descubrir si un mismo plato puede saber diferente según lo que esté sonando de fondo. Ésa es la pregunta que ha querido responder el profesor Charles Spence de la Universidad de Oxford a través de un estudio encargado por Sony, y que ha analizado el efecto de la música en 50 comensales de seis países europeos.
Ya se sabe que los estudios siempre hay que cogerlos con pinzas porque normalmente se hacen para decir lo que la compañía que lo encarga quiere escuchar. Pero aún así, hay algunas conclusiones que resultan bastante curiosas y que se resumen en un contundente sí a la pregunta inicial planteada: efectivamente la música de fondo influye en nuestra percepción de los sabores.
Tampoco es tan raro. «Muchas de nuestras experiencias sensoriales favoritas relacionadas con la comida y la bebida tienen un efecto similar, pensamos en comidas cremosas o crujientes, o en las sensaciones carbonatadas que sabemos que nos gustan”, apunta el autor del estudio. Un ejemplo muy sencillo: el crujido de un alimento es parte de la experiencia al comerlo y puede predisponernos a que nos guste más o menos al ser una pista sobre su frescura.
Y es que, según Spence y el experimento realizado para presentar los equipo Multi-Room Sony, los sonidos agudos mejoran la percepción de los dulces y los graves realzan el sabor amargo de los alimentos. Pensándolo bien tiene cierta lógica, como que poner música clásica u opera haga pensar que el vino que estamos tomando es mejor y más caro -tomad nota en bares y restaurantes- o que la música relajada consigue que los sabores perduren por más tiempo.
Pero sin duda, lo más llamativo llega al probar con platos concretos. Y es que este estudio sostiene que la música de cada país hace que las recetas típicas de ese lugar mejoren o, al menos, sepan mejor a los comensales. Así, entre las conclusiones alcanzadas destaca que escuchar música de Puccini hace que la pasta sepa más auténtica, y la música de Krafwerk mejora el sabor de una salchicha. El estudio tampoco se olvida de la gastronomía más cercana, porque resulta que la paella gusta más cuando los comensales están escuchando -sorpresa- flamenco.
¿Y si convertimos la música en un condimento más en la cocina?, propone este curioso estudio de Sony. Sin duda una materia que podría protagonizar la próxima revolución gastronómica aunque, por ahora, muchos nos conformamos con intentar adivinar -entre sudores fríos- qué plato podría maridar mejorar con una canción de Melendi sonando de fondo.
Señores de la Gulateca, cabria soltar la gracieta de que con la ´música de Melendi lo que «pegaría» sería una sopa cannabica con unos psilocybes de segundo ya que el mundo de la gastronomía tiene para todos los gustos igual que la música, pero sinceramente, es tan malo el chascarrillo como el ataque gratuito y fuera de contexto en forma de chiste malo a Melendi.
Ni es Puccini ni Krafwert ni me gusta su musica especialmente, pero tampoco queda serio ir metiendo el dedito en el ojo a la gente por hobby o por quedar como el simpático del cole.
El efecto de satisfacción en cualquier comida creo que esta muy influenciado por diversas circunstancias , como la compañia , la bebida , la música y el ambiente.
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