La industria alimentaria tiene muy mala fama, eso es poco discutible. Y pese a que hay muchas cosas que se hacen bien, hay un punto que no les ayuda en absoluto a mejorar su imagen y donde suelen mostrar todas sus miserias: los productos dirigidos a niños y cómo se publicitan.
Porque una cosa es que nos quieran vender a nosotros una mahonesa sabor Oreo -que no existe, ya lo sabemos- y otra colar zumos, cereales del desayuno o galletas a los más pequeños. Usando para ello, por supuesto, toda la artillería publicitaria disponible, tanto en el diseño de la galleta en cuestión como en la caja, la colocación en el supermercado, el uso de dibujos animados para llamar la atención…
¿Exageramos? Podría parecer, pero un reciente estudio de la Universidad de Sevilla ha confirmado las peores sospechas: 9 de cada 10 anuncios dirigidos a niños se saltan la normativa que regula el contenido sobre alimentación y salud para este público.
El 90%, no algo puntual, o un anuncio que se les va de la manos, sino una estrategia consciente, repetida y que ignora totalmente las reglas al respecto. Por si alguien se había creído eso de que la publicidad -como el mercado- se regula solo y no hace falta vigilarlo de cerca.
Para el estudio se ha trabajado con 177 anuncios emitidos en horario infantil en 5 cadenas de ámbito nacional. Y los resultados dejan poco margen a las dudas: se produce un flagrante y continuo incumplimiento del Código PAOS que, en teoría, las empresas del sector se comprometen a seguir en sus mensajes publicitarios y que está operativo desde 2005 y ampliado en 2012.
Los que más se saltan las normas -señala este interesante informe- son los productos lácteos, seguidos de la bollería industrial, mientras que refrescos, salsas y snacks cumplen algo más la normativa.
¿Y cómo es posible que esto ocurra? ¿Acaso les compensa pagar las multas por infringir la normativa? Porque habrá multas, ¿verdad? Pues no. El cumplimiento de este código es más bien un acto de fe que presupone que las empresas del sector se preocupan más por la salud de sus clientes más pequeños que por las ventas.
Algo que, como ha vuelto a quedar demostrado, no ocurre. «En España, alrededor del 50% de los espacios comerciales de bebidas y alimentos dirigidos a menores de 12 años son de productos no saludables”, denuncian los autores de este estudio.
¿Hacen falta más razones para exigir ya una legislación real -nada de autorregulación, nada de buenas intenciones- que ponga un poco de orden en este asunto?