Dormir y comer en el palacio de una emperatriz en Toledo

Media hora en tren separa Toledo de Madrid. Así que ni el tiempo ni la distancia son excusa para no escaparse en cualquier momento a esta ciudad, paseable como pocas -al menos una vez que llegamos y ascendemos desde la estación al casco histórico- y que mantiene su encanto en cualquier época del año. De hecho, los días de frío y sol de invierno son perfectos para recorrerla con menos turistas que en verano.

Más allá de su riqueza cultural -la visita a la iglesia de Santo Tomé para ver El entierro del Conde Orgaz de El Greco es obligada- e histórica -pasear por la judería tampoco puede faltar en nuestra ruta-, por supuesto la gastronomía siempre pesa a la hora de elegir los destinos de nuestras excursiones.

Y en el caso de Toledo, además de los mazapanes, que igual nos quedan un poco demasiado cerca de la Navidad como para despertar mucho entusiasmo -somos así de estacionales a ratos-, el pisto, el cochifrito, los platos de caza y las  carcamusas (carne de cerdo guisada con tomate y verduras) que descubrimos por allí ya justifican por sí solas esta escapada invernal. Platos contundentes de esos que apetecen con el frío.

https://www.instagram.com/p/BlIs6vsH3ZZ/

Por no hablar de las croquetas, por cierto. Y es que el restaurante Tobiko prepara, según un reciente concurso, las mejores croquetas de jamón del mundo. Nada menos. Ahí tenemos otro buen motivo para escaparnos a Toledo y un buen plan para cuando estemos allí.

Y hablando de historia y de gastronomía, tenemos otra estupenda propuesta para sumar a este plan y ruta improvisado: quedarnos en el hotel Eugenia de Montijo, en pleno casco histórico y que debe su nombre a la que fue la habitante más ilustre de este palacio reconvertido en hotel boutique y recientemente renovado por completo.

Nos recibe un majestuoso lobby con suelos de mármol, columnas y un gran lucernario de vidrio emplomado al estilo de los grandes hoteles de principios del XIX, pero con un elegante y evidente toque actual. Empezando por el original cuadro de la Emperatriz que preside la barra del bar donde, por cierto, se apuesta por el producto local incluso a la hora de los cócteles, con la ginebra local, 1085, o el licor de mazapán.

Además de un estupendo desayuno -la mejor manera de medir la calidad de un hotel, insistimos-, de la parte gastronómica del hotel se encarga el restaurante Federico, en referencia al diseñador de cabecera (Charles Frederich Worth) de la que, sin duda, fue la influencer de su tiempo.

Sin acceso directo a la calle, como siempre, costará que los locales crucen la recepción para llegar hasta el restaurante, pero esta es la asignatura pendiente de tantos y tantos locales ubicados dentro de un hotel. En el caso de Federico, la carta apuesta por una interesante combinación de lo local con algún guiño un poco más sofisticado que, eso sí, vuelve a buscar referencias cercanas.

El pisto manchego no puede faltar, lo mismo que el delicioso escabeche de bonito o algo de caza. Para quienes busquen algo diferente, los baos de carrillera de cerdo aportan ese punto más viajado que tanto gusta a veces, pero con guiños locales que, por cierto, también están presentes en la bodega.

Un gran plan para preparar una improvisada escapada gastronómica de esas que tanto nos gustan.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí