
El debate sobre el machismo en el mundo de la gastronomía está -por fin- en los titulares. Pero no hace falta rascar mucho para descubrir que también fuera de las cocinas sigue habiendo muchos tics arrastrados de hace décadas y que cuesta superar.
Detalles como ofrecer la carta de vino a los hombres, dar por hecho que serán ellos los que lo catarán, que el agua o el blanco afrutado es para ella y el tinto con cuerpo para él, o incluso servir primero a las mujeres de la mesa, siguen estando a la orden del día. Y que a muchos les parezca normal es la señal más clara de que queda mucho trabajo por hacer.
Pero es verdad que al menos algo se ha avanzado y, aunque seguro que en muchos casos es más por corrección política que por convicción, hay ciertas prácticas habituales hace años que ahora parecen de otra galaxia.
Dejando a un lado las burradas publicitarias de hace un tiempo –ojo que todavía hay quienes pretender vender alitas de pollo a base de escotes-, sin duda una de las historias más fascinantes es la de los denominados lady menu que ofrecían restaurante de postín en muchas ciudades de Europa y Estados Unidos.
¿Un menú para mujeres como si se tratara del menú infantil de los restaurantes? No va por ahí la cosa. Según explican en Atlas Obscura, se trataba de una carta en la que no aparecían los precios de los platos porque, por supuesto, se suponía que era el hombre el que iba a pagar e invitar y, por lo visto, se consideraba poco elegante que la señora supiera lo que costaba su comida.
Increíble pero cierto. Una práctica que -atención que ahora viene lo más surrealista- aunque parezca sacada de Mad Men algunos restaurantes de la vieja escuela mantuvieron hasta mediados de los años 80 y que incluso protagonizó un juicio en la ciudad de Los Ángeles, cuando una mujer a la que se le ofreció la citada carta sin precios para señoras demandó al restaurante L’Orangerie.
Así lo explica la abogada feminista Gloria Allred, que se ocupó del caso y luego lo narró en el libro Fight Back and Win sobre la lucha de las mujeres por la igualdad. Más allá de lo surrealista que suena la historia, posiblemente la peor parte es que la propietaria de este finísimo restaurante francés -que permaneció abierto hasta 2005- era una mujer quien, en aquel momento, defendía la práctica argumentando que «una mujer es una mujer».
Una defensa que, eso sí, no fue suficiente para ganar el caso, puesto que se obligó al restaurante a acabar con esa práctica considerada discriminatoria. ¿Hicieron caso? Sí, pero a medias, porque mantuvieron una carta sin precios -algo que por lo visto se mantiene en algunos lugares muy selectos para comidas de negocios- pero le cambiaron el nombre y dejaron de dar por hecho que la mujer no pagaba.
Leído ahora cuesta creer que tales prácticas fueran socialmente aceptadas. Posiblemente ocurrirá lo mismo dentro de poco -en realidad para muchos ya ocurre- con esos micro y macro-machismos gastronómicos que siguen estando a la orden del día.
Lo de «Ladies» menu es lo anacrónico, pero una carta sin precios, como gesto de generosidad de parte de quien quiere invitar, es elegante, no condiciona la elección de la(s) persona(s) invitadas, regalándoles la libertad de un antojo.
(No he visto ningúna carta con precios en un banquete de boda, por ejemplo)
Lo malo de traducir reportajes es que suelen ser falsos. Por lo Menos en Madrid, en algunos restaurantes de lujo, los camareros, que tenían muchas tablas daban una carta con precios al quien pagaba y al resto (hombres o mujeres), sin precios
Seguro que se busca la igualdad REAL?
Otro SJW.
El tal Iker Morán éste es una vergüenza para los hombres. Hombres como él son parte del problema, porque el ver machismo en todo es una patología.
Y ahora si quieres me censuras el comentario. Pero no tienes razón.
Lo que sigue estando a la orden del día es que las mujeres se escaquean para pagar. Si es primera cita ni la cartera sacan, al menos para la cena, y si son grupos de amigos ya se sabe que las rondas las pagará la pareja. Poquísimas chicas conozco y muchas de ellas supuestas feministas que digan esta la pago yo.
Que la mujer pague igual que el hombre, y si no paga, ya sabe como debe pagar…. en carne