Cómo hacer azúcar perlado casero para el Roscón de Reyes

Queremos ponernos, como cada año, manos a la obra para preparar nuestro Roscón de Reyes. Pero al repasar la lista de ingredientes que necesitamos, vemos que no tenemos “azúcar perlado”, ese azúcar gordito que suele utilizarse en roscones y gofres.

Siempre habíamos hecho un apaño casero mezclando unas gotas de agua con azúcar normal, algo que apelmaza el azúcar y no permite desmenuzarlo con las manos y esparcirlo sobre el roscón antes de hornear. Algo que funciona muy bien y que nos sirve si tenemos prisa o si no queremos complicarnos demasiado.

Pero este año queríamos usar ese tan bonito que venden de forma industrial, aunque después de comprobar que es difícil de encontrar en los supermercados y que tiene un precio bastante elevado (recordemos que solo es azúcar) en tiendas especializadas, decidimos probar a hacer una versión casera.

Y la verdad es que es muy sencillo de hacer y vamos a tener cantidad para guardar en un tarro y tener a mano siempre que necesitemos. Hacen falta unas horas para que se seque bien, así que si vamos a usarlo para el roscón tenemos que tener la precaución de prepararlo con antelación.

Solamente necesitaremos azúcar glass y un poco de agua. La cantidad dependerá, claro, de cuánto necesitemos. Nosotros hemos usado 200 gramos de azúcar y 45 ml (3 cucharadas) de agua.

Mezclamos el azúcar y el agua en un bol hasta conseguir una pasta húmeda. Si es necesario, añadimos unas gotas más de agua.

Hacemos una bola con la pasta y presionamos muy bien para que quede compacta. Si se deshace es que la mezcla tiene demasiada agua. Añadimos más azúcar glass para solucionarlo.

Extendemos papel vegetal sobre una bandeja y, con un rallador de queso, rallamos la bola para que las pequeñas porciones de azúcar caigan sobre el papel.

Si a mitad de proceso se atasca porque el azúcar se queda pegado al rallador, lavamos el rallador, lo secamos y seguimos. Dejamos secar el azúcar a temperatura ambiente unas horas o, mejor aún, de un día para otro.

Desgranamos el azúcar que haya quedado pegado y lo guardamos en un tarro de cristal para usar cuando lo necesitemos.