Sant Jordi está a la vuelta de la esquina y en el día de los libros los de cocina pueden ser los reyes. Como mínimo entre cocinillas. De las muchas publicaciones que han ido apareciendo últimamente, nos ha caído en las manos este manual de genuína cocina casera con el título de Cocina sin tonterías.
Escrito a cuatro manos entre padre e hija, ella pone la práctica – en gran parte heredada de la abuela Emilia – y el padre las anécdotas y batallitas como comensal. Entre los dos reivindican la cocina de toda la vida, la del recetario manuscrito en la libreta. Todo en un tono muy nostálgico que bien se podría resumir en la frase «antes se comía mejor y sin tantas gilipolleces».
En las más de 400 páginas de recetas encontramos algunas sorpresas. Ciertamente la abuela Emilia era una mujer muy avanzada para su época si ya preparaba tempura antes de la invasión de japos, woks y otros restaurantes de índole oriental. Tampoco teníamos por ingrediente tradicional el surimi congelado y menos para la ensaladilla rusa de toda la vida.
Pequeños detalles que no quitan autenticidad al recetario, más bien al contrario. Nos certifica que estamos ante un libro de cocina sin tonterías y sin complejos de ningun tipo. Y no da nada por descontado, así que incluso encontramos una receta para preparar huevos cocidos.
Lo mejor está al final. Después del recetario clásico aparece el capítulo de menús para celebraciones en los que encontramos relíquias como la sopa de boda, hecha de higaditos de pollo, jamón, arroz y huevo. Es de suponer que era plato para bodas humildes, pues está muy lejos de los pica pica sofisticados de hoy en día.
En el capítulo «Aquí no se tira nada» se llega al extremo de preparar mondas de patata fritas o una tortilla de patatas sin huevo ni patatas, máximo exponente de la cocina de supervivencia de postguerra.
No podía faltar una mención al denostado fastfood que -junto a la cocina tecnoemocional, aunque por otras razones claro – está en las antípodas de lo reivindicado en el libro. Diana Eslava ofrece alternativas a hamburguesas, alitas de pollo, ketchup, e incluso una nueva fórmula mucho más castiza para la Coca Cola.
Todo esto en un libro de estética entre lo viejuno, lo castizo y lo doméstico, con algunas fotos que parecen sacadas del álbum familiar de los Eslava. Sin duda el libro perfecto para amantes de la cocina doméstica tradicional española. Perfecto para poner al lado de las 1080 recetas de Simone Ortega. Cocina doméstica sin tonterías.