A lo mejor esperaban la crítica de urgencia de la nueva temporada de Masterchef, pero no nos gusta repetirnos. Hace un año éramos jóvenes y aún no sabíamos que íbamos a encontrarnos a Jordi Cruz hasta en la sopa. Así que pasamos de la gran burbuja del sesi Jordi Cruz y nos centramos en otros dos grandes fenómenos.
Por un lado el boom de los shows culinarios en televisión, incluído Masterchef. Por otro, las monjas mediáticas. El resultado de la fusión es Sor Lucía, y sí, su protagonista es la omnipresente Sor Lucía Caram.
Para quien a estas alturas no la conozca, es una peculiar monja de clausura, con ideas y reivindicaciones sociales que no son habituales en el estamento que representa. A Caram le encanta que le apoden la «monja cojonera» y con este lema, y algún que otro libro, ha ido paseándose por todos los platós de televisión de este país. Puede que le falte como mucho el tarot de madrugada, aunque no podemos asegurar que sea así. Es sin duda un modo de dar otro significado al término monja de clausura.
Total, que Sor Lucía Caram se ha puesto a cocinar para los espectadores de Canal Cocina. El leit motiv del programa es mostrar lo que prepara para sus compañeras de clausura, o sea platos caseros y muy de diario. Su estilo recuerda a Arguiñano, por lo popular de sus guisos, por el tono de sus monólogos y por el modo en que reivindica el placer de un buen vino en la comida. Ya estamos esperando sus zascas mientras corta cebolla o remueve el puchero.
Por lo que hemos visto hasta ahora, la comida en un convento no dista de lo que se come en algunas se comía en muchas casas: escalibada, pollo a la cazuela, sopa juliana, berenjenas rellenas… Aunque también introduce algún que otro plato exótico tipo baba ganoush que no sabemos como recibirán el resto de hermanas.
Y por supuesto postres. Porque puede ser muy revolucionaria, pero una monja que cocine tiene que tener sus recetas de postres celestiales. Por el momento hemos visto un flan de leche condensada, pan perdido, leche frita… o sea un repertorio de clásicos. No nos engañemos, la gracia del programa radica en poder ver a su mediática protagonista, no tanto en las recetas.
Continua siendo una rareza ver a una monja en televisión. De hecho tan solo hace falta googlear un poco para ver que la noticia de este programa ha aparecido en multitud de webs y medios extranjeros. Esto no quita que Sor Lucía Caram no sea exactamente una pionera. Las auténticas estrellas religiosas de la cadena han sido nuestras queridas Sor Liliana y Sor Beatriz, la peculiar pareja gastro-cómica de Divinos Pucheros y Bocaditos de Cielo. Por cierto, también han pasado por 13TV con Bendito Paladar.
Caram tampoco es el primer caso de monja argentina cocinera y estrella de la televisión. La Hermana Bernarda (Bernarda Steiz) fue una estrella de la televisión primero con Dulces Tentaciones y más tarde con la segunda parte: Saladas Tentaciones. Fue tal su popularidad que incluso tiene el honor de haber protagonizado un bulo sobre su muerte en Twitter, algo al alcance de muy pocos.
Queda claro que religión y gastronomía es todo un filón a explorar ahora que la cocina se mezcla con cualquier otro formato televisivo. De hecho no se puede descartar que dentro de poco la tradicional misa de La2 tenga su pequeña sección de cocina a lo Mariló. Dice el mito (machista) que a los hombres se les conquista por el estómago. A los feligreses a lo mejor también. O ni con esas.