Cerveza, chocolate y croquetas: una ruta gastronómica por Valonia

¿Pensando ya en destinos para estas vacaciones? ¿Buscando algún lugar un poco alejado de las riadas de turistas y con una interesante combinación de naturaleza e historia?

Hace un tiempo estuvimos por la región de Valonia, en Bélgica, y la verdad es que no solo reúne esos dos ingredientes, sino que puede presumir de una oferta gastronómica sin florituras y de esas que gustan a casi todo el mundo.

Y es que hablamos de un lugar donde el chocolate, la cerveza, las croquetas, las patatas fritas y los mejillones forman un quinteto irresistible. Para quienes se animen a descubrir la zona este verano -ojo porque también es un excelente destino invernal-, hemos preparado una pequeña ruta en la que nos dejamos llevar por sus platos más destacados.

Cerveza y carbonnades

A apenas media hora del aeropuerto de Bruselas, Waterloo es una buena primera parada para esta ruta. La histórica batalla que tuvo lugar aquí mismo y el memorial con su imponente pirámide coronada por un León son de visita obligada.

Y ya que estamos, reponer fuerzas con un plato de carbonaddes (un guiso de ternera con cerveza, típico en toda Bélgica y zonas de Francia) en el restaurante L’Estaminet de Joséphine nos puede dar una pista de la importancia de esta bebida por aquí.

Dicen algunos que la cocina belga tiene la delicadeza de la francesa y la contundencia de la alemana. Posiblemente a los franceses les haga menos gracia que a los alemanes la comparación, y lo cierto es que aquí la base es una cocina popular sin grandes complicaciones pero con algún que otro descubrimiento interesante.

Muy cerca podemos visitar en Mont Saint-Jean las instalaciones de cerveza Waterloo. Donde ahora se sitúa esta pequeña destilería en la que también están haciendo sus pinitos con el whisky, había un hospital de campaña del que puede visitarse un pequeño museo. Una combinación muy curiosa, la verdad.

Seguimos con cerveza en la Abadía de Aulne, un lugar realmente interesante, fotogénico y con mucha historia: en su momento, 1.000 monjes llegaron a vivir en este lugar, que acogía una de las grandes bibliotecas de Europa.

Aunque no queda nada de aquello -tampoco monjes, por lo que la cerveza no puede denominarse trapense-, es un buen lugar para pasear y probar las diferentes variedades.

Croquetas, mejillones y frittes

Puede sonar extraño, pero si hay algo de lo que están orgullosos en Bélgica es de las patatas fritas. Se supone que son los inventores de esta maravilla y, de hecho, hay peticiones para que las patatas con mahonesa sean consideradas Patrimonio de la UNESCO. En serio.

Valonia no es una excepción en el país, y las patatas fritas son la guarnición de la mayoría de platos. Con mejillones la verdad es que conforman un plato tan extraño para nosotros como rico.

En Dinant es algo que se toman muy en serio, con restaurantes como Chez Bouboule, especializado en esta combinación y donde sirven decenas de variedades a partir de esta base de mejillones y patatas.

Una cazuela desbordada de mejillones, un ración de patatas y una cerveza es, sin duda, parte imprescindible en la visita a esta ciudad, una de las más interesantes que conocimos en nuestro viaje.

Su espectacular colegiata gótica, el funicular que permite ascender hasta la ciudadela que vigila la ribera del río Mosa, o las continuas referencias a Adolphe Sax, inventor del saxofón, convierten este lugar en una parada obligatoria en nuestro viaje.

Durbuy es otro de los lugares que no falta en ninguna ruta. Casas y calles de piedra conforman este pueblo casi de postal. Alojarse en el precioso hotel Victoria, en pleno centro del pueblo, y cenar en el cercano Sept by Juliette -cocina informal con guiños modernos y aspiraciones de tapeo mediterráneo- es una buena idea para disfrutar del lugar.

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Aquí podemos, por supuesto, comer croquetas. En realidad, casi en cualquier carta está presente otro de los platos más tradicionales de la región. Poco que ver, es verdad, con las nuestras. Aquí son generosas en tamaño y contundentes en textura y rebozado.

Chocolate

Aunque Varviers es una ciudad sin mucho que ver, merece la pena llegar hasta allí para descubrir la gran tradición chocolatera de Bélgica en el museo de Chocolates Darcis.

Además de degustar sus chocolates en la tienda y cafetería del edificio, la visita al museo es interesante para descubrir la historia de la marca, así como los orígenes y procesos de elaboración del chocolate, desde la recolección del cacao al tostado y elaboración.

Lo mejor es que no se trata solo de un museo creado para turistas, sino que allí se sigue tostando cacao y elaborando chocolate. De hecho, durante nuestra visita pudimos ver a Jeuan-Philippe Darcis en persona con las manos en la masa y trabajando chocolate.

De camino a Verviers desde la zona de Dinant, otras dos paradas recomendables más allá de la ruta puramente fotográfica: el parque natural de Hautes Fagnes-Eifel y, si tenemos tiempo para pasar unos días, las cabañas y alojamientos de Le Val d’Arimont son un estupendo destino familiar para descansar.

Lieja y su peket

Menos presentaciones necesita la ciudad de Lieja, posiblemente una de las más conocidas de esta región. Un paseo por allí y subir las 374 escaleras de la Montagne de Beuren son una buena manera de abrir el apetito antes de comer en La Maison du Peket y probar dos de las especialidades del lugar.

Las boulet à la liégeoise son una especie de albóndigas de tamaño considerable acompañadas de una salsa típica de la ciudad con un toque dulce aportado por el sirope de Lieja, una especie de mermelada de frutas que se incluye entre los ingredientes. Un plato acompañado, claro, de patatas fritas y suficientemente contundente como para no quedarse con hambre.

La buena noticia es que estamos en el lugar perfecto para probar el digestivo más famoso de la región y sobre todo de Lieja: el Peket. Un licor aromatizado con enebro y que recuerda a la ginebra. Se bebe sobre todo en pequeños vasos y hay decenas de variedades de diferentes sabores.

No es que sea una bebida para gourmets de la coctelería, pero es perfecto para un rápido brindis antes de despedirse de esta zona.

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