Burger Joint, hamburguesas buenas, baratas y escondidas en Nueva York

Las hamburguesas están de moda. Menuda novedad. En Barcelona desde hace relativamente poco, en Madrid desde hace bastante más tiempo y en Nueva York suponemos que de toda la vida.

Encontrar una buena hamburguesa al otro lado del Atlántico la verdad es que no tiene mucho mérito. Otra cosa no, pero las guarradas culinarias de toda índole y la carne la manejan como nadie por aquellas tierras.

De todos modos, no hay visita a Nueva York que se precie sin intentar dar con una hamburguesa especial. No con LA hamburguesa, porque posiblemente eso sería imposible. Y caro si le empezamos añadir ternera de kobe, trufas y demás delicatessen al asunto, como hacen en muchos sitios.

Entonces, ¿cuál es la mejor hamburguesa in the city para presupuestos ajustados? En varias listas el Burger Joint figura casi siempre entre los primeros puestos. Así que allá nos fuimos.

De entrada el lugar es de lo más peculiar. Escondido -literalmente- en el elegantísimo hotel Parker Meridien. Estamos hablando de la calle 56 entre la Sexta y la Séptima, y con vistas a Central Park. Posiblemente el precio medio de la habitación no andará muy lejos del salario mínimo en España. Que tampoco es mucho decir.

En este marco incomparable, al fondo a la izquierda se oculta Burger Joint. Nada que ver con el exterior: paredes pintarrajeadas, iluminación la justa y una carta sin concesiones a las tonterías y las hamburguesas gourmet. De hecho no hay mucho que decidir. ¿Con queso o sin queso? ¿Con todo? ¿Patatas? Cuando esté listo alguien gritará tu nombre para que vayas a por ella. La hamburguesa envuelta en papel blanco y las patatas en una gracienta bolsa de papel marrón. Así de sencillo.

Además de la situación y el más que moderado precio (no se acerca a 10 dólares con patatas) la hamburguesa en cuestión es excelente. Buena carne, una parrilla en condiciones y poco más. Aunque tienden a pasarlas un poco más de la cuenta (rare o medium-rare si nos va la sangre) resultan realmente jugosas.

¿Lo peor? Las colas y un pan que no está a la altura de la hamburguesa. Aun así, la visita merece mucho la pena. Aunque sea sólo por poder decir aquello de «esta noche te invito a cenar en el Parker Meridien».

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