Apuesta por la cocina saludable y un nivel más alto que nunca. Con esta promesa comenzaba anoche la sexta edición de MasterChef que, efectivamente, tuvo una buen ración de verduras y cocina sin sal, aunque no faltó un cochinillo partido por la mitad para enfadar a los veganos ya desde el principio.
Eso sí, lo del alto nivel de la cocina y los aspirantes es algo que todavía está por ver, porque tanto las pruebas de los aspirantes como el primer menú cocinado en Segovia no fueron especialmente brillantes. Pero no olvidemos que es parte de la gracia del programa ver cómo los concursantes van mejorando semana tras semana.
La historia se repite como en cada edición, y nos deja esa sensación de «esto ya lo hemos visto antes» que también es ya parte de la tradición. El sueño del lunes por un horario de emisión absurdo, la interminable publicidad de todos los productos del programa -que ahora tendrá hasta restaurante-, los lloros y dramas familiares de algunos concursantes, los perfiles que parecen necesitar más un diván de psicólogo que una cazuela…
Y ese aparentemente incontrolable punto cañí de un programa en el que los maridos y padres van a asesorar, animar o dar el visto bueno a las concursantes, pero en el que ellos no parecen necesitar ninguna presencia femenina a su lado.
Pero no nos engañemos, le hemos acabado cogiendo cariño a este show y la excelente buena mano que cada año demuestran los responsables del casting a la hora de elegir personajes de esos que dan juego. Si acaban cocinando bien, ya será la leche.
Y para este MasterChef 6, estos son los 15 aspirantes del primer programa aunque, lógicamente, uno de ellos ya tuvo que irse a su casa. Para no chafar la sorpresa a quienes no acabaron de verlo porque tienen esa rara costumbre de dormir, nos ahorramos el spoiler.
Marta, la nutricionista
Atentos siempre a las últimas tendencias, la cocina sana promete ser uno de los hilos conductores de MasterChef 6. Y la cosa va tan en serio que entre los aspirantes se ha colado una nutricionista. O, mejor dicho, una estudiante de nutrición, porque Marta es la más joven del grupo. Ojalá sepa poner un poco de sentido común cuando alguien empiece con tonterías detox y demás.
Fernando, el bodeguero fiestero
«Yo he salido más que el camión de la basura». Sólo con esta frase Fernando se ha ganado ya a buena parte de la audiencia. Un perfil canallita de esos que, si dura, promete dar juego. Abogado que no ejerce, bodeguero de familia y, por lo que vemos, tatuado. Ojo con ese detalle, que a día de hoy con un tatuaje ya eres medio cocinero.
Toni, el community manager
Ser de Foios (Valencia) por lo visto da para chiste recurrente. Y la verdad es que poco más se puede decir de uno de esos concursantes de perfil bajo que ha pasado bastante desapercibido en este primer programa. Y mira que su profesión (community manager) y la foto oficial con una paella prometía, pero nada…
Oxana, la rusa de Gijón
Ni una edición sin un aspirante demasiado intenso que pone nerviosos a todos sus compañeros. En este caso Oxana, la asturiana que vino de Rusia, ha sido la elegida para hacer este molesto papel. Parece que cocina bien, y con todo lo que habla seguro que nos reímos mucho. Y que acabará enfadada con más de uno en breve, es también bastante seguro.
Ketty, la dietista cubana
Ha llorado nada más entrar, otro de los clásicos de cada edición del programa. Cubana que vive en Pontevedra por amor, y trabaja como dietista -seguimos con la cocina nasa-, por ahora ha mantenido también un perfil bastante bajo, con lo que es difícil saber qué esperar de ella. Además de algún lloro, claro.
Ramon, el repetidor
Hay aspirantes que caen bien desde el principio, y en esta edición ese es Ramón. Incluso le vamos a perdonar los lloros del comienzo, porque era ya la sexta vez que se presentaba a MasterChef y ahora por fin ha conseguido entrar. ¿Un potencial ganador o uno de esos perfiles que se deshinchan en breve? Lo veremos.
Jon, el del centro de Bilbao
Otro repetido que probó suerte el año pasado y ahora sí lo ha conseguido. Del mismísimo centro de Bilbao -marchando otra ronda de chistes recurrentes, guionistas- ha sido uno de los capitanes en la prueba de exteriores en Segovia, y la verdad es que el tema no ha salido demasiado bien. Pero una cosa es segura, nos reiremos -si aguanta- bastante con él.
Víctor, el de la sinestesia
Para que luego digáis que en MasterChef no se aprende nada. Gracias a Víctor hemos descubierto que existe una modalidad de sinestesia en la que se asocia una persona a un sabor. Y gracias a este ingeniero de telecomunicaciones que está soltero («y entero») hemos sabido que Samantha es un refresco de naranja, Jordi es el interior de un bombón de menta y Pepe una salsa.
Daniel, el bombero
Aunque no hay toreros ni banderilleros en esta edición, tener un bombero también da bastante juego para los topicazos. Como ponerle en la foto oficial con una sartén ardiendo o algún que otro chiste de Samantha sobre el tema. ¿Y qué más sabemos de Daniel? Pues la verdad es que ha pasado desapercibido en el primer programa, aunque no tenemos claro si eso es bueno o malo.
Eva, medio nipona medio aragonesa
«Por primera vez voy a hacer algo por ser yo, ni la ex de nadie, ni la hija tampoco». Insistimos, MasterChef, más que un programa de cocina, a ratos parece uno de psicología dedicado a cómo superar los traumas delante de millones de personas. Tras dejar claro que, ejem, lleva estupendamente eso de la figura paterna y del ex, Eva, de padre japonés y madre aragonesa -¿o era al revés?- ha cocinado bastante bien y ha hablado poco. Y eso nos gusta.
Fabio, el galán
No lo decimos nosotros, lo dicen en las redes sociales de MasterChef: Fabio es ya el guapo oficial de esta edición. Otro de esos perfiles que repite en cada MasterChef y que hace de este muchacho con un pasado de niño malote -por lo visto pasó por muchos colegios- el galán del programa. Tiembla Bertín Osborne.
Sofía, la de la autoestima baja
«El día que repartieron la autoestima yo me puse en la cola equivocada». Algo así ha explicado Sofía que ha conseguido ser una de las 15 aspirantes aunque sin perder esa cara de no creérselo del todo. Candidata a protagonizar algún que otro drama, por lo visto el padre -cocinero- y el hermano no le dan tregua, así que en lugar de mandarles a paseo ha decidido irse a la tele para superarlo.
Loli, la señora que canta
En un giro de guión inesperado -nótese el sarcasmo- esta edición de MaterChef cuenta con una aspirante mayor, defensora de la cocina tradicional y con una personalidad entre entrañable e insoportable según a quién se le pregunte. Dará juego con espumas y técnicas modernas, pero seguro que también enseña a los jóvenes cómo se hace un guiso. Y todo ello amenizado con canciones y demás. Vaya, lo de siempre.
Marina, la que quiere darle en los morros a su marido
Otra ración de drama casero llevado a las pantallas: su marido ha montado un restaurante, pero ha decidido no contratar a Marina pese a que -por lo visto- es una prometedora cocinillas. ¿Su objetivo? Ganar MasterChef para tener su propio restaurante y, suponemos, hacerle la competencia al marido. Luego puede ir Chicote a los dos, elegir el mejor, y ya tenemos cerrado el círculo televisivo perfecto. De nada por la idea.
Jorge, el archienemigo de Samantha
Serio candidato a ser el aspirante más cansino de esta edición, de momento decir que «Samantha es como un huevo sin sal» ha sido su gran entrada triunfal. Algo que le ha valido una bronca del jurado, pero no olvidemos que esto es televisión y siempre hace falta un graciosete que de mucho juego. Y Jorge tiene pinta que de eso sabe un rato.